jueves, 11 de agosto de 2011

Desde algún lugar del alma (11.5.09)

Azalea

Qué hermosa está la azalea,
tiene una flor y tres pimpollos
que esperan un momento cualquiera
para desplegar su belleza.

Es indescriptible sensación,
la que causa su contemplación,
enriquece al alma y al corazón
el poder mirarla en toda su expresión.

Azalea querida, qué alegría tenerte
qué alegría que tenerte no signifique ahogarte,
ni impedir que crezcas,
qué alegría que tenerte sea que tu seas
y que simplemente te muestres y que simplemente te vea.
                                                                                                                            



La intimidad


Luego de varias horas de lectura acumuladas, asistencia a seminarios y escucha activa de maestros oradores, me dispongo a expresar lo que trato de practicar a diario en mi vida en cuanto a mi forma de relacionarme con mi entorno.

Cuando hablo de relacionarme o vincularme, me refiero a la capacidad de intimar, de tener intimidad con uno mismo, con los otros, con la naturaleza, y con Dios.
Es a partir de la capacidad de conectarme y comunicarme conmigo misma, donde nace la posibilidad de poder tener un acercamiento íntimo, un vínculo con algún otro. Si primero no logro ésta comunicación con mi verdadero ser, con mi esencia es imposible que pueda llegar al centro, al ser de otra persona.

Lo opuesto a la intimidad es la superficialidad, Relaciones de apariencia vs. Relaciones de presencia.

Ésto me recuerda que el alma une y el ego separa, y sólo pudiendo conectar con la propia alma podré unirme a otras.


1- Intimidad con Uno Mismo

Para comenzar a tener un vínculo íntimo conmigo, con mi interior, debo tener muy en claro el sentido de integridad, revisar y dar claridad a mis pensamientos, a mis actos y a mis sentimientos, de manera que exista una coherencia entre los mismos, donde el objetivo primordial sea el bienestar. Estar cualitativamente mejor en el lugar en donde estoy, no la ausencia de problemas sino una aspiración de superación permanente.

Lo contrario a la integridad es la mediocridad: pensar, actuar y sentir a medias.

Una manera de lograr esta integridad, esta coherencia entre pensamientos, actos y sentimientos puede comenzar con el acto de respirar.

La nariz es el lugar de entrada a la intimidad con uno, a la interioridad. A partir de una respiración lenta, profunda y completa podemos disminuir nuestra frecuencia cardiaca y las ondas cerebrales. A través de la respiración creamos armonía.

No podemos decirle a nuestras ondas cerebrales que se detengan, ni a nuestro corazón que lata más lentamente, lo que sí podemos controlar es nuestra respiración, tanto su velocidad como su intensidad y duración para crear armonía en nuestro interior.

Otro punto importante a la hora de conectarnos con nuestro ser más profundo y alcanzar un grado de conciencia más elevado, es seguir las reglas de las tres “S”, estas son:

- Silencio al murmullo de la mente, para poder escuchar a mi voz interior.

- Soledad, abrazándome y estando en presencia de uno mismo. Estar en soledad se diferencia de ser solitario que es estar en ausencia de otros. Sol-Edad = Luz hacia el interior.

- Serenidad en la voluntad.

A partir de esta práctica conecto con mi centro, aparece un nuevo estado de conciencia (noción que tenemos de las sensaciones, pensamientos y sentimientos que se experimentan en un momento determinado. Es la comprensión del ambiente que nos rodea) y elimino al Ego, a la personalidad, que mira siempre hacia fuera. “Si no sales al encuentro del buscador tu búsqueda carece de sentido”, es decir, buscarse a uno mismo en lugar de buscar en el afuera.

Existe una llave de acceso que nos permite en cualquier momento volver a nuestro camino interior, a nuestra esencia. Tiene que ver con hacernos tres preguntas:
- Quién soy? Esta pregunta me permite salir del caudal de pensamientos incesantes y volver a mi Ser. Lo hondo y la profundidad de la respuesta es recordarme: recordar quien soy.
- Cómo estoy? Esta pregunta me permite reconocerme: observarme y ver como estoy, puedo ver q soy un ser humano, que puedo estar bien o no.
- Qué quiero ser? Esta pregunta me permite recrearme: ver en qué necesito focalizar para mi evolución personal.


2- Intimidad con Otro

La intimidad con el otro me lleva a la fraternidad, a ser compañeros de viaje sin juzgarnos.

El modelo social actual refleja en las relaciones: apuro, frialdad y apariencia, perdiéndose la fraternidad que se logra al intimar con otro.

Para lograr ésta intimidad fraternal es necesario que haya:

- Transparencia: poner claridad desde nuestro ser, sin ofender. No clasificar ni calificar, lo cual se suele hacer desde el ego, ni tampoco cometer “sincericidio”.

- Ternura: importancia de la forma y la oportunidad para decir las cosas, está bueno hablar desde uno, desde la propia experiencia. La ternura es sencillez.

- Tiempo: buscar los momentos adecuados para estar en intimidad. El apuro es carencia de pureza, no me permite la intimidad.

3- Intimidad con la Naturaleza

A partir de la intimidad con la naturaleza obtenemos naturalidad. La humildad es fruto de éste tipo de intimidad. Me siento pequeña ante la inmensidad. Es así como brota la quietud en el alma.


4- Intimidad con Dios

“No me cuentes en qué crees, con tus actos veré quien eres”

La intimidad con un Poder Superior, con la fuente, genera espiritualidad, una experiencia viva. “El creador es a la creación lo que el bailarín es a la danza”, indivisibles.

Me encuentro con la fuente mirando hacia dentro, mirando atentamente, estando presente, en el aquí y ahora.

“No me mires a la cara, mírame a mí”


                                                                                                                                                                  
NOTA: La mayoría de las ideas fueron tomadas de la ponencia del profesor Roberto Pérez de la Universidad de la Conciencia en un Simposio de Educación en Valores.